San Agustín, pastor de Hipona

Yo soy el buen pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas… Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí (Jn 10, 11.14)

«Me fue dirigida la palabra del Señor, diciendo: Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel». Acabamos de escuchar este pasaje por boca del lector. Sobre él me he propuesto decir algo a vuestra santidad. Él me ayudará a hablar la verdad, si no digo cosas de mi propia cosecha. Pues si hablara de lo mío, sería un pastor que me apaciento a mí mismo, no a las ovejas. Si, en cambio, son de Él las cosas que diré a ustedes, es Él quien alimenta, hable quien hable. Esto dice el Señor Dios: ¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan solo a sí mismos! ¿Acaso los pastores no apacientan ovejas? Es decir, los pastores no se apacientan a sí mismos, sino a las ovejas. Este es el primer motivo por el que se censura a estos pastores: se apacientan a sí mismos, no a las ovejas. ¿Quiénes son los que se apacientan a sí mismos? Aquellos de quienes dice el Apóstol: «Pues todos buscan sus intereses, no los de Jesucristo». En nosotros, a quienes el Señor nos puso —porque así él lo quiso, no por nuestros méritos— en este puesto del que hemos de dar cuenta con gran peligro, se dan dos aspectos que hay que distinguir: uno, que somos cristianos; otro, que estamos al frente de ustedes, en atención a ustedes mismos. En el hecho de ser cristianos miramos nuestra propia utilidad; en el hecho de estar al frente de ustedes, la de ustedes. Son muchos los que, siendo cristianos, sin estar al frente de otros, llegan hasta Dios, quizá caminando más ligeros, al llevar una carga menor (Sermón 46, 2).

Ser pastor, en época de san Agustín, implicaba la función de formar en la fe y para el servicio, al clero y a todo el pueblo de Dios. Nuestro padre espiritual cumplió este oficio a lo largo de sus 35 años de obispo y por casi toda el África Romana. En su pastoral, transmitió su pasión por la verdad y la necesidad de una conversión contínua; atendía la diversidad con un estilo cercano, siempre adecuado a la situación; practicó un discernimiento basado en criterios de razón y de fe, siendo el mayor de ellos el amor cristiano. Fray Nelson Pinzón, sacerdote agustino y Párroco de Nuestra Señora de Gracia (Lima), nos ofrece un acercamiento a estos y otros aspectos, mostrando su actualidad.

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