San Agustín, modelo de educador

Estaban asombrados de su enseñanza porque hablaba con autoridad (Lc 4, 32)

Si oíste, o aún puedes oír o leer o pensar algo definitivo y preciso, con algún argumento razonable y acabado, te ruego que me lo hagas saber. Porque yo quiero más aprender que enseñar, y así lo confieso a tu caridad. Esto es lo que nos amonesta el apóstol Santiago, que dice: Sea todo hombre veloz para escuchar, tardo para hablar (St 1,19). A aprender debe invitarnos la suavidad de la verdad; en cambio, a enseñar nos debe obligar la necesidad de la caridad. Es más de desear que pase esta necesidad por la cual el hombre enseña algo al hombre, para que todos nos dejemos enseñar por Dios (Respuesta a ocho preguntas de Dulcicio 3, 6).

Podríamos decir que san Agustín vivió siempre en entornos educativos: primero como alumno, en la escuela del litterator, del grammaticus, y del rhetor; luego como profesor, alcanzando una carrera brillante; a continuación, después de su conversión, como guía de comunidades monásticas, estilo de vida que implicaba alcanzar la ciencia humana adecuada para preparar el alma y así acceder a la sabiduría divina por medio del estudio de la Biblia; y, finalmente, hasta el último de sus días, como obispo, predicando y catequizando al pueblo, además de atender a cuestiones pedagógicas dentro y fuera del ámbito pastoral. Así, san Agustín alcanzó un gran conocimiento y experiencia sobre temas educativos y pedagógicos. Fray Jesús Madrid, sacerdote agustino, nos comparte esa teoría y práctica agustiniana acerca de la interrelación entre quien enseña y quien aprende, siendo todos condiscípulos en la escuela del Maestro Interior.

Recursos relacionados