San Agustín, doctor de la Gracia

¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te enorgulleces como si no lo hubieras recibido? (1 Co 4, 7)

Es indudable que, si queremos, podemos cumplir lo ordenado. Pero como nuestra voluntad es por Dios preparada, razón es que tanta voluntad le pidamos cuanta suficiente sea para que queriendo cumplamos. Cierto que queremos cuando queremos; pero aquél hace que queramos el bien, del que fue dicho: «La voluntad es preparada por el Señor» (Pr 8 [LXX]), y «Dios ordena los pasos del hombre, guía y sostiene al que va por buen camino» (Sal 26, 33), y «Dios es el que obra en ustedes el querer» (Flp 2, 13). Sin duda que nosotros obramos cuando obramos; pero Él hace que obremos al dar fuerzas eficacísimas a la voluntad, como lo dijo: «Haré que vivan en mis justificaciones y que observen y cumplan mis preceptos». Cuando dice: «Haré que vivan», ¿qué otra cosa dice sino arrancaré de ustedes el corazón de piedra, por el que no obran, y les daré el corazón de carne, por el que obrarán? Y esto, ¿quizá es otra cosa que les quitaré el corazón duro, que les impedía obrar, y les daré un corazón obediente, que les haga obrar? Aquel a quien dice el hombre: «Pon, Señor, una guarda a mi boca» (Sal 140, 3), hace que nosotros obremos, ya que esta frase equivale a decir: «Haz, Señor, que yo ponga una guarda a mi boca», beneficio que ya había logrado quien dijo: «Puse una guarda a mi boca» (Sal 38, 2)» (La gracia y el libre albedrío 16, 32).

El pensamiento y el interés de san Agustín por profundizar en el misterio de la Gracia de Cristo reciben un estímulo particular a causa de la crisis pelagiana. El pelagianismo consistía en una predicación que no integraba la Buena Nueva de Cristo Médico y Reconciliador nuestro frente a Dios y frente a los hermanos, y que no distinguía gracia de Dios y libertad humana, pues confundía el alcance de cada una. El obispo de Hipona, al contrario, señalará, hasta el final de sus días, que la posibilidad y el camino para llegar a Dios es Cristo, quien es Gracia inmerecida, Dios que se dona gratuitamente; y también enseñará que de Él debemos acoger no solo su enseñanza y ejemplo, sino también su sanación, su acción interior que ilumina la inteligencia, fortalece la voluntad, recupera el sentido de la libertad, y acompaña el bien que actuamos. El Doctor Gustavo Sánchez, Vicerrector de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, nos ofrece una síntesis del legado agustino sobre la Gracia, sin perder de vista los aspectos eclesiales y pastorales de esta convicción cristiana, de la cual san Agustín es un pensador clave para todos los tiempos.

Recursos relacionados