Formación social y moral en contexto catequético

Ofrecemos una reflexión sobre la Pastoral Social y su implicancia moral, gracias al aporte del Dr. Agustín Ortega Cabrera Ph. D.

I. La catequesis en el marco de la misión y la formación social

  1. Acción misionera y vida social

Tal como nos muestra el Papa Francisco en “Evangelii gaudium” (EG), el kerygma (la fe) tiene un carácter ineludiblemente social; en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros (EG 177). Y es que Jesús nos regala y trae el Reino de Dios (cf. Lc 4, 43) para amarlo, ya que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. «Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura» (Mt 6,33). 

Es esa ciudad de Dios donde su amor, que nos inunda el corazón, nos libera del egoísmo, siguiendo las huellas de nuestro amado padre San Agustín. Este Reino nos dona y muestra el sentido social de la salvación liberadora de todo pecado, mal, muerte e injusticia con un significado integral que abarca e incluye todas las dimensiones de lo real, de la persona y del cosmos e historia (EG 178- 180). De esta forma, como nos transmite el nuevo Directorio para la catequesis (DC), la iglesia en misión con su testimonio, en salida hacia las periferias, lleva esta caridad fraterna universal, el amor de Dios, a toda la humanidad que transforma y renueva el mundo e historia (DC 31). 

Iglesia pobre con los pobres como sujetos de su promoción liberadora e integral frente a las idolatrías de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia. Tal como nos testimonia la santidad agustina y sus muchos frutos como, por ejemplo, el querido Santo Tomás de Villanueva. De ahí que, por todo ello, la doctrina social de la iglesia (DSI), la teología moral y su antropología global, son dimensiones constitutivas de la misión y la catequesis, al servicio de la fe que se efectúa en dicha fraternidad solidaria (DC 390).

  1. Claves y horizontes.

Se nos presenta, pues, una moral de la realización y madurez humana. La fe nos comunica así un humanismo ético con una perspectiva interdisciplinar, en dialogo con las ciencias (DC 180). La moral y el compromiso social inspirados en la fe, que nos revela el Evangelio de Jesús, nos contagia esa alegría y felicidad de una existencia con sentido. Tal como nos manifiesta esa “carta magna” de la espiritualidad y ética cristiana-católica, las bienaventuranzas, es esa vida feliz y alegre en el ejercicio de la misericordia compasiva, la promoción de la paz y la justicia con los pobres (EG 197).

Por tanto, la moral tiene este carácter cristocéntrico, se realiza en el seguimiento de Jesús al servicio de este Reino de Dios y su justicia liberadora. Una ética que tiene una entraña trinitaria, ya que este Misterio de Dios es el corazón y modelo de la vida moral-social que debe animar todas las relaciones comunitarias, políticas, económicas, ecológicas y culturales (DC 180). “Si al que ves en humana apariencia amases con amor espiritual, verías a Dios, que es caridad, como es dado verlo con la mirada interior” (La Trinidad 8, 8, 12), nos enseña nuestro venerado San Agustín y, ciertamente, el Dios Trinidad es ese misterio amoroso de comunión y solidaridad para la vida e historia.

Siguiendo a nuestro santo de Hipona, denominado el “doctor de la Gracia”, se visibiliza una moral del don gratuito y la belleza, que “salvará al mundo” (Dostoievski, DC 173). Una estética teológica que transfigura a la moral, con esta Gracia de la entrega y del amor gratuito de Cristo Crucificado-Resucitado por el Reino, para nuestra redención que nos libera integralmente. 

Y, como nos enseñan los Padres de la iglesia, este misterio de comunión y amor, que brota del costado de Cristo, origina a la comunidad de seguidores de Jesús. La iglesia, que es sacramento de esta comunión y salvación universal e integral. Por lo que hay que tener presente constantemente este criterio de eclesialidad, que orienta e inspira la vida moral y social. “Educando en la comunión, la catequesis enseña a poder vivir en la Iglesia y como Iglesia” (DC 177).

II.- Contenidos y contextos.

La enseñanza social y moral de la iglesia, con los Papas como Francisco, podemos decir que hoy se sintetiza en el paradigma del desarrollo y la ecología integral con una bioética global. Una ética del cuidado de la vida en todas sus fases, dimensiones o formas y de la familia con la opción los pobres que mueva a la solidaridad y al compromiso por la justicia socio-ambiental; frente al relativismo, individualismo y tecnocracia (DC 373). 

Hay que destacar estas cuestiones más específicas de las bioéticas, del género y la mujer donde la fe e iglesia, acogiendo lo más valioso de la realidad científica, nos muestra una cualificada base antropológica de la vida, de la afectividad sexual y la familia. Ese amor fiel y fecundo del hombre con la mujer abierto a la vida e hijos, a la solidaridad y al bien común (DC 373) que nos libera de colonizaciones culturales e ideologías al respecto.

Siguiendo el principio agustino del orden (civilización) del amor, se trata de llevar a cabo las constitutivas dimensiones sociales y públicas de la fe. Ese amor civil y caridad política que busca el bien común más universal, impulsando la subsidiariedad para una democracia más real, participativa y ética que da respuesta a los problemas (pecados) socio-estructurales (EG 205). Ello es, singularmente, la vocación y misión más específica del laico con su índole secular, esta práctica de la caridad política que, en forma más directa e inmediata, gestiona y transforma el mundo con sus realidades socio-históricas.

En esta dirección, la economía y el mercado deben ser regulados por la ética con el principio del destino universal de los bienes, por encima del derecho de propiedad que posee siempre una ineludible dimensión solidaria y social (EG 202). En esta línea, el trabajo, la dignidad del trabajador con sus derechos como es un salario justo, tiene la prioridad sobre el capital, beneficio y competitividad. Es muy importante propiciar la pastoral obrera para llevar este Evangelio del trabajo, clave de la cuestión social, a la humanidad e historia (DC 392).

Resaltar igualmente la relevancia de la evangelización de la cultura, la educación e información u opinión con las nuevas tecnologías digitales e internet (DC 368), dándoles una orientación ética, humanizadora y que sean vehículos transmisores de la fe con sus valores. Asimismo, está la significatividad del dialogo y encuentro intercultural e inter-religioso (DC 343), un ecumenismo global para la convivencia en la fraternidad y paz justa, en contra de toda guerra y violencia. 

En la inculturación de la fe, acogiendo todo lo bueno, bello y verdadero de las culturas y religiosidades (espiritualidades) populares como es la cosmovisión andina con el buen vivir y, al mismo tiempo, renovándolas desde las claves de fe e iglesia.

 

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