¿CÓMO SEGUIR A CRISTO CADA DÍA?

Compartimos una presentación del sentido espiritual del Tiempo Ordinario como celebración del “mismo misterio de Cristo en su plenitud” que ilumine nuestra vida cotidiana.

A comparación de los otros tiempos litúrgicos, en los cuales se celebra un particular aspecto del misterio de Cristo, el Tiempo Ordinario se presenta como un conjunto de 33 o 34 semanas pensados para celebrar y acompañar a Jesús en su vida pública —tal y como la relatan los evangelios— a la luz de su resurrección, y aprender de la vida cotidiana de las primeras comunidades cristianas después de acoger la novedad de la Pascua. Esta fue una de las novedades litúrgicas que nos trajo el Concilio Vaticano II, para seguir celebrando la Pascua cada domingo y ofrecer a los fieles lecturas bíblicas y fiestas para su crecimiento espiritual.

 

Pero, en concreto, ¿cómo disponernos para no pasar por alto tal riqueza y dejar que nuestra vida cristiana, nuestra vida comunitaria y nuestra misión sean renovadas también en este tiempo litúrgico? Te proponemos 4 ideas:

 

  1. No consideres que este tiempo litúrgico es menos importante que los otros, pues en él la Pascua se dilata hasta tocar nuestra cotidianidad. Estamos llamados a reconocer que el seguimiento de Cristo y la vida eclesial no se viven o alimentan solo de eventos extraordinarios o experiencias únicas, sino que también acontece y crece en cada momento… ¡ hasta en la rutina! Como en la vida pública de Jesús, de camino con sus amigos entre los pueblos, predicando, al encuentro de los más necesitados, compartiendo la comida, etc., podemos reconocer el modelo de vida al cual, con la fuerza de Dios, estamos llamados, y así, hacer «acciones ordinarias de manera extraordinaria» (Papa Francisco, Gaudete et exultate 17).

 

  1. Más en particular, ¿qué tal si relacionas el misterio de tu vida con la luz de todo el  misterio de Cristo? También él experimentó cómo la vida acontece y la misión se construye paso a paso. En efecto, muchos de los grandes momentos o eventos son un punto de llegada de muchos esfuerzos continuados. Por ello, estamos llamados a aprender a sostener el sentido religioso y la apertura al misterio sin que se le pierda o se le cambie, venciendo el cansancio de lo que podría parecer repetitivo. Leer las Escrituras, comulgar, acoger al necesitado, la oración y el servicio diario en casa o en el trabajo. El crecimiento espiritual se realiza a través de un esfuerzo continuo y diario, sin perder la dirección: el Espíritu de Dios vence nuestra mentalidad y nos enseña a amar y a donarnos poco a poco. 

 

  1. Además, ¿te animas a revisar tu vida comunitaria o familiar a la luz de las cartas y de los hechos de los Apóstoles? El Tiempo Ordinario te las ofrece. Ellos vivieron antes que nosotros la transformación de sus vidas y comenzaron a predicar, superando muchas dificultades. Si bien con la fuerza del Espíritu, también el «caminar juntos» resulta un aprendizaje, a veces a base de errores, pero siempre agradecido. Qué debemos creer, qué esperar y cómo amar, cómo caminar y salir al encuentro del otro, cómo acoger y hospedar en el corazón al enemigo, y atender necesidades ajenas… lo tenemos expresado en esas cartas.

 

  1. Finalmente, podríamos acoger el sentido de la vida como una peregrinación, en este mundo, para «ordenar nuestros amores» y equilibrar el uso de los bienes, las ansias de poder y dominio, y también algunos placeres. Es momento para trabajar en nuestras vidas el hecho de integrar en ellas la Pascua como criterio de la propia existencia, y aprender a discernir desde ella. ¿Cuál sería el resultado? Pasar del mero «custodiar lo que soy y lo que tengo» al «don de sí y al compartir».

 

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