CRISTO RESUCITADO NOS ENSEÑA A VER VIDA DONDE AL PARECER SOLO HAY MUERTE

Compartimos tres propuestas de oración personal y comunitaria, para alimentar el corazón de confianza y alegría en este tiempo pascual. Jesús, nuestro Señor, entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitado para nuestra salvación (Rm 4, 25) esté siempre al centro de nuestra vida entera.

El Señor pasó, por la pasión, de la muerte a la vida, y se hizo camino para los creyentes en su resurrección, para que nosotros pasemos igualmente de la muerte a la vida. No es cosa grande creer que Cristo murió. Eso también lo creen los paganos, los judíos y todos los perversos. Todos creen que Cristo murió. La fe de los cristianos consiste en creer en la resurrección de Cristo. Tenemos por grande creer que Cristo resucitó (San Agustín, Comentario al Salmo 120, 6).

En su predicación de Pascua, san Agustín pastor enfatiza que, acoger desde la fe la noticia de la Resurrección de Cristo, esta produce alegría, seguridad y confianza. Y, como vemos en este comentario al Salmo 120, se trata de algo que nos diferencia. Sin embargo, esta diferencia implica un compromiso, pues la Luz de Cristo nos es ofrecida para compartirla con los demás.

 

En su Homilía de Vigilia Pascual de este año, el papa Francisco nos ha ofrecido un claro desarrollo de esta situación cristiana. Así como las mujeres que miran el signo del sepulcro vacío, acogen el anuncio de los ángeles, creen y anuncian la alegría de la resurrección, superando el temor inicial (cf. Lc 24, 1-12), los cristianos hoy estamos invitados a entrar en esta dinámica de la Palabra, acogiendo el don de creer en las promesas de Dios Padre, para vencer toda resignación y fatalismo. En efecto, la existencia humana podría parecernos sin sentido y un fraude si miramos como horizonte solo la muerte. Para saltar de este vacío de sentido a la llenura de valor y esperanza, Dios asumió nuestra condición y la ha transformado con su amor infinito, resucitando a su Hijo encarnado.

 

Además, en su Mensaje Urbi et orbi  nos ha exhortado a convertir nuestros corazones, posiblemente aun 

incrédulos y endurecidos, o llenos de temor por un futuro oscuro y sin sentido. En cambio, con la Gracia de Cristo, es posible vencer la muerte y el espíritu fratricida de Caín, que es vengativo, para acoger el espíritu de Abel, agradecido por la misericordia de Dios, por la paz interior.

 

Nos ha tocado vivir una Pascua en la que hemos podido renovar nuestras celebraciones y vivirlas con presencialidad, en un encuentro que todos esperábamos. Pero seguramente no hemos olvidado que nuestros tiempos están marcados por profundas crisis globales y locales, al punto de invitarnos a replantear nuestras convicciones de cómo vivir y de para qué vivir, personal y socialmente. El mensaje del Resucitado tiene actualidad, trae el triunfo del amor y la paz. Y es todo un compromiso por vencer el egoísmo y el individualismo con gestos de acogida ante los necesitados, para mirar y oír, acoger y anunciar la Vida, Cristo.

 

Ante los signos persistentes de la guerra, como en las muchas y dolorosas derrotas de la vida, Cristo, vencedor del pecado, del miedo y de la muerte, nos exhorta a no rendirnos frente al mal y a la violencia. Hermanos y hermanas, ¡dejémonos vencer por la paz de Cristo! ¡La paz es posible, la paz es necesaria, la paz es la principal responsabilidad de todos! (Papa Francisco, Mensaje Urbi et orbi 2022).

Para acompañar el Tiempo Pascual con oración personal y comunitaria en camino a la manifestación del Espíritu en Pentecostés, te compartimos tres propuestas para fortalecer la fe y el seguimiento de Cristo en esta Cuaresma:

 

 

Recursos relacionados