Sus conocimientos de la retórica antigua se unieron a su experiencia cristiana (religiosa y espiritual) de conversión y a su destreza en temas bíblicos. Han llegado a nosotros casi 600 sermones suyos, si bien se estima que haya predicado unas 8000 veces, a lo largo de toda África del Norte. San Agustín “desgranaba” la Palabra proclamada, para ofrecerla como alimento espiritual y de vida, atendiendo a su público oyente, iluminando sus mentes con la Verdad y encendiendo sus corazones con el Amor. Insiste mucho en su intención de formar en sus oyentes al “hombre interior”, remitiéndolos al Maestro Humilde, Cristo Jesús, para ser todos condiscípulos de Él.
Pero, ¿era tan importante predicar? ¡Lo era! ¡Y lo es! En tiempos de Agustín, gran parte de toda la actividad de un obispo consistía en brindar a su pueblo discursos como medio para educar en la vida cristiana y transmitir el mensaje evangélico. El sermón agustino, como el de los otros Padres de la Iglesia, se basa directamente en el estudio e interpretación de textos bíblicos y en los criterios que ya había expuesto en su tratado La doctrina cristiana. Justamente, en el primer libro de esta obra, escrito en el año 397, cuando inició su servicio como obispo, expresó por primera vez, el principio o criterio fundamental de toda su exégesis: la caridad, entendida como alma y fin de las Sagradas Escrituras en su totalidad. Vale la pena que leas el texto mismo que así lo expone:
El compendio de todo lo expuesto… es entender que la esencia y el fin de toda la divina Escritura es el amor (cf. Rm 13, 19; 1 Tm 1, 5): amor de Aquel que hemos de gozar, y amor de quien con nosotros puede gozar de Aquel, pues, para que cada uno se ame a sí mismo, no hubo necesidad de precepto… (La doctrina cristiana 1, 35, 39 y 37, 41)
Pero este principio o criterio configura no solo el contenido, sino también la acción de la predicación. En efecto, a continuación te ofrecemos una muestra de esto último: unas frases agustinas a modo de consejos para que el predicador considere su rol de servicio desde el amor a Dios y al prójimo, en un clima de gracia:
Somos servidores de la Palabra, no de la nuestra, sino de la de Dios y Señor nuestro, a la cual nadie sirve sin que ello le reporte gloria y nadie desprecia sin que le acompañe el castigo (Sermón 114, 1)
Exhorta y predica rectamente solo aquel que ha recibido el don para ello, y escucha con obediencia aquella recta exhortación y predicación solo aquel que ha recibido el don para ello (El don de la perseverancia 14, 37)
¿Qué otra cosa es anunciar la salvación, sino predicar el Evangelio? Luego si lo predicas, hazlo por amor, no por oportunismo (Sermón 101, 9)
En verdad, si el ministro que predica no arde, no encenderá a aquel a quien predica (Comentario al Salmo 103, 2, 4)
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