¿Te has fijado en la devoción especial que los Agustinos tenemos por la madre de Jesús, Santa María? Nuestras fiestas y devociones, el nombre de nuestras parroquias, las pinturas y mosaicos en nuestros templos… Seguro las estampitas en tu Biblia, las imágenes en tu casa, detrás de tu puerta, en tu cómoda o pared, la gruta de tu casa; o sino también el nombre de tu hija, nieta, o de tu mamá… ¿Muchas referencia a nuestra Madre en redes sociales? Pues sí, acudimos a ella con cierta naturalidad. Nuestro santos, comenzando por San Agustín, vivieron y nos transmitieron esta cercanía. De agustino a agustino el mensaje es algo así como: tengamos a la Virgen Madre en el corazón y en la oración, que ella nos lleva al Maestro Interior, que es su hijo, y nos guía para vivir el misterio de la presencia del Espíritu Santo en nosotros.
En efecto, nuestra tradición venera a la Santísima Virgen María bajo las advocaciones de Nuestra Señora de Gracia, Nuestra Señora del Socorro, Madre de la Consolación y Madre del Buen Consejo. En cada caso, confesamos a Cristo Nuestro Señor como la Gracia, el Socorro, el Consuelo y el Consejo divinos que el Padre nos ofrece como don inmerecido. Del mismo modo, en cada caso, veneramos a Santa María, madre nuestra y modelo de discípula, ejemplo de acogida de estos dones y de perseverancia cristiana.
En particular, al llamar a Nuestra Madre Nuestra Señora de Gracia y celebrar su memoria litúrgica cada 8 de mayo, hacemos referencia a Lc 1, 28, donde, en el mismo saludo del ángel Gabriel, la Virgen María recibió el don de una maternidad única, la de ser Madre de la Gracia, es decir, madre del único mediador, Jesús, autor de la gracia. Así, ella se convierte en dispensadora de la Gracia divina, don para nuestra Salvación. En el siguiente Sermón, san Agustín nos invita a escuchar el testimonio de María para reconocer la Gracia, y al reconocerla, creer a Dios; es decir, nos invita a pasar, guiados por María, de lo que escuchamos con el oído externo al sentido profundo, espiritual, de fe, que solo el corazón humano, hecho para Dios, puede alcanzar. Nuestro Padre pone en boca de María las siguientes palabras:
Pero la Llena de Gracia no descansó hasta que la Iglesia se puso en Marcha en Pentecostés. Ella sigue hoy mostrándonos el camino a la santidad. Se ha caracterizado por su silencio ante el dolor: es claro ejemplo en un tiempo como el actual para nuestras cruces, pues ¡ella alcanzó a entender el perfecto sentido de la cruz de su Hijo! Después del acontecimiento de la Resurrección se mantuvo junto a los discípulos: su compañía era seguridad frente a las adversidades para ellos. También María es fuerza para la Iglesia en su caminar: su presencia en la oración con los apóstoles en Pentecostés es un signo claro de cómo se mantiene viva en medio de nosotros, fortaleciendo con su viva plegaria nuestras vidas.
Finalmente, comparto contigo la canción Ave María. Cuando la escuches, ponte en silencio y haz tuyos los sentimientos de su corazón, lleno de Gracia. Cuando la cantes, que tu corazón sienta lo que tus labios dicen. En este mes mariano, vale la pena dejarnos mover el corazón y aperturarlo al Espíritu, tal como ella lo hizo en Pentecostés. ¡Que el Cristo Pascual permanezca entre nosotros!