Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.
Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te de luz para entender las escrituras.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Lectura del santo evangelio según san Mateo (28, 16-20):
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: «Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo».
Palabra del Señor,
Gloria a ti, Señor Jesús
Señor y Dios mío, en Ti creo, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No diría la Verdad: Vayan a todas las gentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, si no fueras Trinidad. Y no mandarías a tus siervos ser bautizados, mi Dios y Señor, en el nombre de quien no es Dios y Señor. Y si Tú, Señor, no fueras al mismo tiempo Trinidad y un solo Dios y Señor, no diría la palabra divina: Escucha, Israel; el Señor, tu Dios, es un Dios único. Y si Tú mismo fueras Dios Padre y fueras también Hijo, tu palabra Jesucristo, y el Espíritu Santo fuera vuestro Don, no leeríamos en las Escrituras canónicas: Envió Dios a su Hijo; ni Tú, ¡oh Unigénito!, no dirías del Espíritu Santo: Que el Padre enviará en mi nombre; y: Que yo enviaré a ustedes de parte del Padre (San Agustín, La Trinidad 15, 28, 51).
¿Qué te dice el texto que puede iluminar tu vida?
¿Eres testimonio del amor de Dios en tu vida?
Realiza un compromiso concreto para vivir lo que la Palabra de Dios te ha dicho.
Fija la mirada de mi atención en esta regla de fe, te he buscado según mis fuerzas y en la medida que Tú me hiciste poder, y anhelé ver con mi inteligencia lo que creía mi fe, y disputé y me afané en demasía. Señor y Dios mío, mi única esperanza, óyeme para que no sucumba al desaliento y deje de buscarte; ansíe siempre tu rostro con ardor. Dame fuerzas para la búsqueda, tú que hiciste te encontrara y me has dado esperanzas de un conocimiento más perfecto. Ante ti está mi firmeza y mi debilidad: sana ésta, conserva aquélla. Ante ti está mi ciencia y mi ignorancia; si me abres, recibe al que entra; si me cierras el postigo, abre al que llama. Haz que me acuerde de ti, te comprenda y te ame. Acrecienta en mí estos dones hasta mi reforma completa (San Agustín, La Trinidad 15, 28, 51).