Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.
Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te de luz para entender las escrituras.
Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Oh Dios, para quien todo sentimiento está patente, y a quien habla toda voluntad y para quien ningún secreto queda escondido, por medio de la infusión del Espíritu Santo purifica los pensamientos de nuestro corazón, para que podamos merecer amarte perfectamente y alabarte con dignidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén
Lectura del santo evangelio según san Marcos (16,15-20):
En aquel tiempo, apareció Jesús a los once y les dijo: «Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».
Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.
Palabra del Señor,
Gloria a ti, Señor Jesús
Aquel por quien fue hecho el cielo y la tierra descendió a la tierra por aquel que hizo de la tierra y elevó a la tierra de aquí al cielo. Por tanto, esperemos para el final lo que ya nos ha anticipado él. Él nos dará lo prometido; tenemos esa certeza porque nos dejó una garantía. Escribió el evangelio; nos dará lo prometido. Más es lo que nos ha dado ya. ¿Acaso vamos a pensar que no nos dará la vida futura quien ya nos dio su muerte?… Caminemos confiados hacia esa esperanza porque es veraz quien ha hecho la promesa; pero vivamos de tal manera que podamos decirle con la frente bien alta: Complimos lo que nos mandaste, danos lo que nos prometiste (San Agustín, Sermón 395, 2).
¿Qué te dice el texto que pueda iluminar tu vida?
¿Cómo se encuentra mi fe? ¿La estoy transmitiendo en mi vida cotidiana?
Realiza un compromiso concreto para vivir lo que la Palabra de Dios te ha dicho.
Que mi espíritu te alabe, para que pueda llegar a amarte. Que confiese tus muchas misericordias, para que sepa así alabarte. Todas las criaturas no cesan ni se avergüenzan de alabarte. No hay espíritu alguno que no te alabe con su boca. Aun los demás seres, animados o inanimados, no cesan de alabarte por medio de quienes les contemplan. Todo el Universo me invita a que salga de mi modorra y me alce hacia ti, mi admirable hacedor, mi fuerza (San Agustín, Confesiones 5, 1, 1).