28 DE NOVIEMBRE – DOMINGO 1º DE ADVIENTO (CICLO C)

PREPARAR: 

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te dé luz para entender las Escrituras.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

LEER:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (21, 25-28.34-36):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria.
Cuando empiece a suceder esto, levántense, alcen la cabeza, pues se acerca su liberación.
Tengan cuidado de ustedes, no sea que se emboten sus corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se les eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Esten, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que puedan escapar de todo lo que está por suceder y manténganse en pie ante el Hijo del hombre».

Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITAR CON SAN AGUSTÍN:

Si amamos a Cristo, también debemos desear su venida. Es perverso, y, por lo mismo, ignoro o no creo que tenga lugar que se tema que venga Aquel a quien amas; que pidas venga tu reino (Mt 6, 10), y temas ser oído. Pero ¿de dónde procede el temor? ¿De que ha de venir el juez? ¿Por ventura es injusto, malévolo, envidioso? ¿O, en fin, esperas que tu causa sea conocida por otro, para que no acontezca que aquel ante quien la presentaste, o te engañe por prevaricación o que, por carecer de ciencia y facultad oratoria, no pueda demostrar con palabras tu inocencia? Nada de esto acontecerá. ¿Quién ha de venir? ¿Por qué no te alegras? ¿Quién ha de venir a juzgarte sino el que vino a ser juzgado por tu provecho? No temas al acusador, del cual El mismo dijo: El príncipe de este mundo fue arrojado fuera (Jn 12, 31). No temas que ha de ser mal abogado, pues el que ahora es tu abogado, ha de ser entonces tu juez. Allí estará él, tú y tu causa; la manifestación de tu causa es el testimonio de tu conciencia. Si temes al futuro juez, corrige ahora tu actual conciencia. ¿Te parece poco que no indague lo pasado? Entonces, juzgará en un instante; pero ahora, ¡con cuánto tiempo te lo anticipa! Entonces ya no habrá lugar a corrección; ahora ¿quién te lo impide? (Comentario al Salmo 147, 1).

REFLEXIONAR:

El evangelio de este domingo ha sido extraído del «discurso escatológico» lucano. Nos presente la venida del Hijo del hombre. Jesús, movido por el Espíritu, anuncia la liberación e invita a preparar el corazón, siendo vigilantes y acogiendo criterios religiosos para discernir comunitariamente: la consigna es perseverar en un amor ordenado y tener firme nuestra alegría y esperanza en el Señor.

En efecto, si el corazón está en juego, la cuestión central es el amor. Por ello, san Agustín nos ayuda a revisar el propio «amor» desde un análisis del propio «temor». El cristiano está llamado a vigilar y prepararse con los hermanos, en un deseo común por Dios. Pero ello debe partir de una experiencia religiosa de sentirse amado y de acoger la vocación al amor desde una libertad interior. Un verdadero amor genera un corazón libre para amar, y esta es la base de las demás libertades. Por ello, hay que discernir cuando alguien (o hasta uno mismo) podría estar manipulando tu interior generando miedos. Eso no sería digno de ti. Dios quiere ser amado, y te convoca a amar al prójimo, pero desde la libertad interior que brota de un corazón fortalecido y que se siente amado.

El testigo, liberado por Cristo, cuenta con un corazón que se siente amado y vigila sobre sí mismo, acogiendo el amor de Dios para amar, la misericordia de Dios para ser misericordioso, y así, proclama a Cristo con su vida y acoge a los más necesitados.

COMPROMISO:

¿Qué momento del día podría ser oportuno para escrutar tus amores a la luz de la Palabra y así vigilar con el corazón? ¿Con qué lectura, devoción, oración podrías acompañar este compromiso?

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN:

Bienaventurado el que te ama a ti, Señor, y al amigo en ti, y al enemigo por ti, porque únicamente no podrá perder al amigo quien tiene a todos por amigos en aquel que no puede perderse. Y, ¿quién es éste sino nuestro Dios, el Dios que «ha hecho el cielo y la tierra»? Nadie, Señor, te pierde, sino el que te deja  (Confesiones 4, 9, 14).