27 DE MARZO – DOMINGO 4.º DEL TIEMPO DE CUARESMA (CICLO C)

PREPARACIÓN: 

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te dé luz para entender las Escrituras.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

LECTURA:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (15, 1-3. 11-32):

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos».

Jesús les dijo esta parábola: «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna».

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.

Recapacitando entonces, se dijo:

«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros».

Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo».

Pero el padre dijo a sus criados:»Saquen en seguida la mejor túnica y vístansela; pónganle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traigan el ternero cebado y sacrifíquenlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado».

Y empezaron a celebrar el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: «Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud».

El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Entonces él respondió a su padre: «Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado».

El padre le dijo: «Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado» ».

Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN CON SAN AGUSTÍN:

El hombre se perdió por primera vez a causa del amor a sí mismo. Pues si no se hubiese amado y hubiese antepuesto a Dios a sí mismo, habría querido estar siempre sometido a Dios; no se habría inclinado a hacer su propia voluntad descuidando la de él. Amarse a uno mismo no consiste en otra cosa que en querer hacer la propia voluntad. Antepón a estas cosas la voluntad de Dios; aprende a amarte no amándote. Pues para que sepan ustedes que es un vicio amarse, dice así el Apóstol: Habrá hombres amantes de sí mismos. Y quien se ama a sí mismo, ¿acaso confía en sí mismo? Tras abandonar a Dios, comienza a amarse a sí mismo, y para amar lo que está fuera de sí, es expulsado de sí mismo; hasta tal punto que, habiendo dicho el Apóstol: Habrá hombres amantes de sí mismos, acto seguido añadió: amantes del dinero (2 Tm 3, 2). Ya estás viendo que te encuentras fuera de ti mismo. Comenzaste a amarte; si puedes, mantente en ti. ¿Por qué sales de ti? ¿Te has hecho acaso rico con el dinero, tú, amador del dinero? Comenzaste a amar lo que es exterior a ti y te extraviaste. Por tanto, cuando el amor del hombre se pone en movimiento incluso desde sí mismo hacia las cosas que están fuera de él, comienza a hacerse tan vano como las cosas con las que anda y, en cierto modo, a regalar, en plan derrochador, sus fuerzas. Se vacía, se derrama, se empobrece, apacienta cerdos. Y mientras se fatiga en el pastoreo de los mismos, a veces hace memoria y dice: ¡Cuántos jornaleros de mi padre comen pan mientras que yo aquí perezco de hambre! (Lc 15, 17). Pero cuando dice esto, ¿qué está escrito del hijo que malgastó sus haberes con meretrices, que quiso tener en su poder cuanto el padre guardaba justamente para él? Quiso disponer de ello a su antojo, lo malgastó y se encontró necesitado. ¿Qué se dice de él? Y volviendo a sí mismo (Lc 15, 17). Si volvió a sí mismo, es que había salido de sí. Puesto que había caído lejos de sí y se había alejado de sí, regresa primero a sí para volver al lugar de donde había caído lejos de sí. Igual que, cayendo lejos de sí, permaneció en sí, de la misma manera, volviendo en sí, no debe permanecer en sí para no caer de nuevo lejos de sí. ¿Qué dijo al volver en sí para no permanecer en sí? Me levantaré e iré a mi padre (Lc 15, 18). Ved de dónde había caído lejos de sí: había caído de su padre; había caído lejos de sí: salió desde sí mismo hacia las cosas que están fuera de sí. Vuelve a sí y se dirige a su padre, donde puede refugiarse con toda seguridad (Sermón 96, 2).

REFLEXIÓN Y COMPROMISO:
ORACIÓN FINAL:

Bienaventurado el que te ama a ti, Señor, y al amigo en ti, y al enemigo por ti, porque únicamente no podrá perder al amigo quien tiene a todos por amigos en aquel que no puede perderse. Y, ¿quién es éste sino nuestro Dios, el Dios que «ha hecho el cielo y la tierra»? Nadie, Señor, te pierde, sino el que te deja  (Confesiones 4, 9, 14).