27 DE FEBRERO – DOMINGO 8.º DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO C)

PREPARACIÓN: 

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te dé luz para entender las Escrituras.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

LECTURA:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (6, 39-45):

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:

«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN CON SAN AGUSTÍN:

Algunos dicen: «Son muchos los malvados, muchos los males». ¿Y qué quieres tú? ¿Acaso esperas que obre el bien quien es malvado? No busques uvas en las espinas; te está vedado. De la abundancia del corazón habla la lengua (Lc 6, 45). Si algo puedes, si tú personalmente ya no eres malvado, desea que el malvado se convierta en bueno. ¿Por qué te ensañas contra los malvados? «Porque son malvados» —dices—. Te sumas a su número al mostrarte cruel con ellos. Te doy un consejo: ¿Te desagrada el malvado? ¡Que no haya dos! Si se lo echas malamente en cara, te unes a él: aumentas el número de los que condenas. ¿Quieres vencer el mal con el mal? ¿Quieres vencer la maldad con la maldad? Entonces habrá ya dos maldades, que han de ser vencidas ambas. ¿No das oídos al consejo de tu Señor, que te dice por boca del apóstol: No te dejes vencer por el mal, sino vence el mal con el bien? (Rm 12, 21). Quizá él es peor; pero, dado que también tú eres malvado, son ya dos malos. Mi deseo es que al menos uno fuera bueno. Finalmente, se ensaña con él hasta la muerte. ¿Por qué también incluso después de ella, cuando ese castigo ya no afecta en absoluto al malvado, y lo único que se consigue es ejercitar la malicia del otro malo? Esto es propio de un demente, no de uno que quiere hacer justicia (Sermón 302, 10).

REFLEXIÓN:

Nuestro evangelio pertenece al final del llamado «sermón del llano» de Lucas y es la continuación de aquel del domingo anterior. Jesús muestra al pueblo, a través de tres comparaciones, el comportamiento de sus testigos, llamados a vivir en humildad, coherencia (o autocrítica) y bondad de corazón. Así, su ejemplo atraerá a otros a creer en Jesús. Al contrario, su antitestimonio podría alejar o confundir. Parece que la consigna es el aprendizaje por modelaje, diríamos hoy, más que el adoctrinamiento. Pero sabemos que Dios acompaña nuestro crecimiento. El bien que sale de un corazón bueno es el amor recibido y practicado, tal como el domingo pasado se mostró.

Podríamos decir también que, según san Agustín, el modelaje funciona: el corazón alcanza la bondad, no solo para sí, sino también para hacer el bien y guiar a otros al bien; así como, lamentablemente, siendo malo, se guía a otros al mal. Sin embargo, debemos reconocer que la bondad alcanzada, y el mismo hecho de alcanzarla, son consecuencia del don de Dios. La perfección exterior sin búsqueda interior de Dios es una farsa.

COMPROMISO:

Reconociéndote amado y buscado por Dios, podría ser la oportunidad para revisar, en particular, tu habilidad de autocrítica. Para ello, es muy importante dejarte acompañar al principio. ¿Qué medios podrías practicar al respecto?

ORACIÓN FINAL:

Bienaventurado el que te ama a ti, Señor, y al amigo en ti, y al enemigo por ti, porque únicamente no podrá perder al amigo quien tiene a todos por amigos en aquel que no puede perderse. Y, ¿quién es éste sino nuestro Dios, el Dios que «ha hecho el cielo y la tierra»? Nadie, Señor, te pierde, sino el que te deja  (Confesiones 4, 9, 14).