19 DE SETIEMBRE – DOMINGO 25º DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

PREPARAR:

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te de luz para entender las escrituras.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh Dios Padre, que nos has revelado el misterio sublime de tu bondad enviando al mundo a tu verbo, Palabra de Verdad, y a tu Espíritu santificador, concédenos la plenitud de la fe que reconoce y adora la presencia del único Dios. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

LEER:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (9, 30-37):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.» Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutían ustedes por el camino?»
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.»
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»

Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITAR CON SAN AGUSTÍN

Escucha cómo fuiste amado cuando no lo merecías; escucha cómo fuiste amado siendo impúdico, feo, antes de que se hallase en ti algo digno de ser amado. Fuiste amado primero, para hacerte digno de ser amado. Como dice el Apóstol: Pues Cristo murió por los impíos. ¿O es que un impío merecía ser amado? Te pregunto qué merecía un impío. «Ser condenado» —respondes—. No obstante, Cristo murió por los impíos. Advierte lo que se te ha otorgado a ti, impío como eres. Cristo murió por los impíos. Mas tú ambicionabas poseer todo. Busca eso mismo pero no movido no por la avaricia, sino por la piedad, pues si lo buscas así, lo poseerás. Retendrás a aquel que hizo todas las cosas y con él las poseerás todas (San Agustín, Sermón 142, 5).

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL:

Jesús es acompañado por sus discípulos, y de la misma manera, los discípulos son acompañados por Jesús, camino a Jerusalén. Siempre en movimiento, saliendo de toda rutina, llendo al encuentro de los pueblos. Y acontece el segundo anuncio de la pasión y resurrección, por la boca misma de Jesús. Una vez más, el Cristo Pascual es preanunciado para ellos, pues Jesús abre su corazón y se les muestra. ¿Cómo responden los discípulos? ¿Acogen a Cristo en su misterio? Por lo visto, aún no habían sido preparados del todo, interiormente, por la gracia de Dios. Su debilidad, su “hombre carnal”, atados a sus deseos de poder, solo les permite responder con su no-comprensión de tal misterio, y además, con su silencio, cuando son cuestionados sobre el tema que les interesaba y por el cual discutían. Cristo acontece en sus vidas, como en las nuestras y es así la respuesta de Dios que nos moviliza hacia el servicio como criterio para medir la importancia de nuestras ideas e intenciones, de nuestros planes y de nuestras acciones. Estamos llamados a desarrollar en nuestras vidas un movimiento que no responda a deseos de dominar con poder, sino a aquellos que provienen del deseo de servir con amor, según el Espíritu y el ejemplo de Jesús. Y para ello, lo primero es ser de Cristo, estar con Él, acoger su misterio, hacerlo nuestro.

Acoger su misterio queda explicado con el símil de acoger a un niño. Se trata de una “provocación” para nuestras vidas: vivir una espiritualidad no de poder ni dominio, no de exclusividad ni de exclusión, no autorreferencial, sino más bien de estar en manos de otros, no tener fuerzas por sí mismo, estar a merced de los demás para avanzar, tal como Cristo en manos del Padre Misericordia. Acoger para asemejarse, acoger para servir.

COMPROMISO:

Reconsideremos en nuestros planes, nuestros proyectos de vida, nuestras relaciones, nuestros indicadores de calidad o de logro, o compromisos en el trabajo… ¿reflejan dominio, o reflejan servicio, según el modelo del Cristo Pascual? ¿Hemos asumido el ejemplo del niño, presentado como modelo de sencillez y de aceptación confiada de lo que el Padre le da? ¿Acogemos a otros, como niños, es decir, sin pedir nada a cambio, sino poniéndonos a su servicio, y abiertos a asemejarnos a ellos siguiendo el consejo de Jesús?

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN:

Nosotros, Señor, somos tu pequeña grey. Tú nos posees. Extiende tus alas para que nos refugiemos bajo ellas. Tú serás nuestra gloria. Por ti seamos amados y tu palabra sea temida en nosotros (San Agustín, Confesiones 10, 36, 59).