19 DE DICIEMBRE – DOMINGO 4º DE ADVIENTO (CICLO C)

PREPARAR: 

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te dé luz para entender las Escrituras.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh Dios Padre, que nos has revelado el misterio sublime de tu bondad enviando al mundo a tu Verbo, Palabra de Verdad, y a tu Espíritu santificador, concédenos la plenitud de la fe que reconoce y adora la presencia del único Dios. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

LEER:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1, 39-45):

En aquellos días María se levantó y fue apresuradamente a la región montañosa, a una ciudad de Judá; y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre; Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a gran voz: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Por qué me ha acontecido esto, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque apenas la voz de tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de gozo en mi vientre. Bienaventurada la que creyó, pues tendrá cumplimiento lo que le fue dicho de parte del Señor».

Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITAR CON SAN AGUSTÍN:

Isabel concibió a un hombre, María concibió a un hombre. Isabel fue la madre de Juan, y María, la madre de Cristo. Pero Isabel concibió a quien es solo hombre, mientras que María a quien es Dios y hombre. ¡Cosa admirable, que una criatura haya podido concebir al Creador! ¿Qué hemos de entender, hermanos míos, sino que el mismo que hizo al primer hombre sin padre ni madre se hizo su propia carne de sólo la madre? Nuestra primera caída tuvo lugar cuando la mujer de quien hemos heredado la muerte concibió en su corazón el veneno de la serpiente. La serpiente, en efecto, la convenció para que pecase, y ese mal consejero encontró oídos abiertos en ella. Si nuestra primera caída tuvo lugar cuando la mujer concibió en su corazón el veneno de la serpiente, no ha de extrañarnos que nuestra salud haya tenido lugar cuando otra mujer concibió en su seno la carne del Todopoderoso. Uno y otro sexo habían caído, uno y otro tenían que ser reparados. Por una mujer fuimos arrojados a la muerte y por una mujer se nos devolvió la salud (Sermón 289, 2).

REFLEXIONAR:

El evangelio que hoy meditamos presenta la visita de María a su prima Isabel como un ejemplo de dejarse llenar por el Espíritu para compartir en comunidad: las dos unidas por una profunda espera y una misma alegría incontenible, que se expresa en palabras y gestos de cercanía. Creer y esperar en Dios moviliza, te hace salir para buscar rostros y relatos que acoger y amar. Haber recibido la misericordia de Dios y haber aceptado la voluntad de Dios sobre la propia vida, nos hace ser misericordiosos y solidarios para socorrer al necesitado. Así es el testigo según san Lucas. Siguiendo el sermón de san Agustín, podemos confirmar una convicción de fondo: que Dios muestra su voluntad cuando logra el cambio en el mismo interior del pecador, así como logró que, de la misma humanidad brotara su salvación para todos. Nada está perdido. Esperemos cambiar, pidamos cambiar, empecemos a cambiar.

COMPROMISO:

Dios ha visitado a su puebloMaría visita a Isabel… ¿A quién podrías acercarte en estas fechas para compartir la alegría y la espera que proviene de la fe? ¿Qué situación o personas que hayamos puesto en el cajón de lo «irremediable» requiere, más bien, ser redimida? ¿Qué compromiso podría surgir en tu corazón a su favor?

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN:

Nosotros, Señor, somos tu pequeña grey. Tú nos posees. Extiende tus alas para que nos refugiemos bajo ellas. Tú serás nuestra gloria. Por ti seamos amados y tu palabra sea temida en nosotros (Confesiones 10, 36, 59).