17 DE ABRIL – DOMINGO DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR (CICLO C)

PREPARACIÓN: 

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te dé luz para entender las Escrituras.

 

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh Dios Padre, que nos has revelado el misterio sublime de tu bondad enviando al mundo a tu Verbo, Palabra de Verdad, y a tu Espíritu santificador, concédenos la plenitud de la fe que reconoce y adora la presencia del único Dios. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

LECTURA:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (20, 1-9): 

El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.

Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.

Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.

Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.

Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.

  Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

 

MEDITACIÓN CON SAN AGUSTÍN:

¿Dónde está la muerte? Búscala en Cristo; ya no existe; pero existió y murió en él. ¡Oh vida, muerte de la muerte! Tengan ánimo, pues la muerte morirá también en nosotros. Lo que fue por delante en la cabeza, se repetirá en los miembros; también en nosotros morirá la muerte. Pero ¿cuándo? Al fin del mundo, en la resurrección de los muertos, en que creemos y sobre la que no abrigamos duda alguna. Pues quien crea y se bautice, ese estará sano. Lee a continuación lo que has de temer: En cambio, quien no crea se condenará (Mt 16, 16). Por tanto, la muerte morirá en nosotros y vivirá en los condenados. Donde la muerte desconozca la muerte, la muerte será eterna, porque los tormentos serán eternos. En nosotros, morirá y dejará de existir. ¿Quieren saberlo? Les diré unas pocas palabras de los que han triunfado para que tengan qué meditar, qué cantar en sus corazón, qué esperar con toda el alma, qué buscar mediante la fe y las buenas obras. Escuchen las palabras de los que han triunfado ya, cuando la muerte ya no exista, cuando la muerte haya muerto también en nosotros, como antes en nuestra cabeza. Dice el apóstol Pablo: Conviene que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se revista de inmortalidad. Entonces se cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido absorbida en la victoria (1 Co 15, 53-54). Les he dicho que la muerte morirá en nosotros: La muerte ha sido absorbida en la victoria. Esta es la muerte de la muerte. Será absorbida para que no se manifieste. ¿Qué significa «para que no se manifieste»? Para que no exista ni dentro ni fuera. La muerte ha sido absorbida en la victoria. Gócense los triunfadores, llénense de gozo y digan: ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón? ¿Dónde quedan tus presas, tus posesiones, tus victorias y adjudicaciones? ¿Dónde el haber herido y causado la muerte? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu victoria? ¿Dónde está, ¡oh muerte!, tu aguijón? ¿No lo hizo pedazos mi Señor? ¡Oh muerte!, cuando te pegaste a mi Señor, entonces pereciste también para mí. Con esta salud estará sano el que crea y se bautice. En cambio, quien no crea se condenará (Mc 16, 16). Huyan de la condenación; amen y esperen la salvación eterna (Sermón 233, 4, 5).

 

REFLEXIÓN Y COMPROMISO:

ORACIÓN FINAL:

Nosotros, Señor, somos tu pequeña grey. Tú nos posees. Extiende tus alas para que nos refugiemos bajo ellas. Tú serás nuestra gloria. Por ti seamos amados y tu palabra sea temida en nosotros (Confesiones 10, 36, 59).