14 DE NOVIEMBRE – DOMINGO 33º DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

PREPARAR: 

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te dé luz para entender las Escrituras.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Te pedimos, Señor, que llenes nuestros corazones con la luz del Espíritu Santo, para que te busquemos en todas las cosas y cumplamos con gozo tu voluntad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

LEER:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13, 24-32)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprendan de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, se deduce que el verano está cerca; pues cuando ustedes vean suceder esto, sepan que él está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre».

Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITAR CON SAN AGUSTÍN:

Se sabe que para los que se niegan a estar tranquilos en una vida recta, y prefieren vivir en pecado habitualmente, el último día será terrible. Dios, para nuestro bien, quiso ocultarnos cuándo llegará ese día, para que mantengamos siempre preparado el corazón a la espera de lo que sabemos que vendrá, pero no sabemos cuándo. De hecho, el Señor nuestro Jesucristo nos fue enviado como maestro, y el mismo Hijo del hombre dijo que ignoraba ese día, porque no entraba en su magisterio el comunicárnoslo a nosotros. El padre nada sabe que el Hijo ignore, puesto que la ciencia del Padre es su Sabiduría, y su Sabiduría es su propio Hijo, su Palabra. Pero como no nos convenía saber lo que ciertamente sabía el que había venido a enseñarnos, no precisamente lo que no nos aprovechaba, como maestro nos enseñó algunas cosas, y también como maestro nos ocultó otras. Porque como maestro sabía enseñar lo que era útil, y no enseñar lo que era nocivo. […] Sabemos que el último día llegará: nos es útil saberlo, pero también nos es útil ignorar cuándo, porque así tenemos el alma preparada viviendo bien; y no tenemos que temer ese día que vendrá, sino incluso amarlo. Aquel día se incrementará el dolor de los infieles, pero también será su fin para los fieles. En tu poder está ya ahora elegir, antes de que venga, dónde quieres estar. Cuando llegue ya no será posible. Elige, pues, cuando todavía es tiempo; porque lo que Dios misericordiosamente oculta, misericordiosamente lo difiere (Comentario al Salmo 36, 1 ,1).

REFLEXIONAR:

Todo el capítulo 13 del evangelio de Marcos consiste en un «discurso escatológico», es decir, enseñanzas sobre las realidades últimas y definitivas, sobre el fin de la historia, a la cual la comunidad de creyentes en Jesús debe dirigirse con optimismo y alegría. El discurso puesto en boca de Jesús es complejo (integra anuncio profético, exhortación moral, parábola, citaciones bíblicas, referencias apocalípticas); no busca provocar miedo, sino esperanza y fidelidad religiosas, pues Dios cumple sus promesas. En efecto, se trata de un lenguaje que no debe ser interpretado a la letra, sino a la luz de la misma Biblia y según el Espíritu que lo inspiró.

En el centro mismo de este discurso aparece nuestro evangelio de hoy, y en el centro de este evangelio, está Jesús, el Cristo, el «Hijo del hombre», pues, su presencia y sus palabras «que no pasan», son el cumplimento de las promesas del Padre. El signo de su acción es la reunión o comunión entre sus creyentes perseverantes, y esto es y será motivo de gran alegría. ¿Es importante saber el día de este acontecimiento que transformará la historia? Más bien, es importante saber leer los «signos de los tiempos» para descubrir la voluntad de Dios y hacerla vida, y que esta apertura guíe una comunión vivida en Él y hacia Él. Esto es lo importante, pues se trata de que Dios y los hombres alcancen a transformar el presente para que sea tiempo y espacio de estas promesas en proceso de cumplirse. Por ello, para el tiempo presente, se descarta la pasividad, el miedo, las impaciencias, los sueños, el temor, el relajo, las huídas hacia delante o el pensar que el presente es una carcel. En cambio, considerando que Su Venida es constante y que los hechos que contradicen el evangelio han sido constantes también en la historia, aprendamos de la higuera, que guarda dentro de sí la posibilidad de «enternecerse y brotar» cuando el tiempo es oportuno, y así, desde nuestro interior, presentemos hacia fuera los brotes del compromiso, la responsabilidad, el gozo, la vigilancia, la espera, y esto vivido en clave de comunión como un testimonio de fidelidad y de caminar juntos en familia, en el trabajo, en la Iglesia, en la vida social y política.

Y no nos equivoquemos: nuestra fidelidad y compromiso es con el amor y el servicio, no con el poder y el dominio, pues se trata seguir y triunfar con un crucificado que vive. Por ello, la espera y la vigilancia no son inútiles e implican acción en la historia y la capacidad de ver los acontecimientos como signos que anuncian a Aquel que viene y está a la puerta. Para el creyente cada instante es kairós, tiempo favorable, para tomar una decisión y dar una respuesta. En el presente, en cada evento, se juega el futuro.

COMPROMISO:

Examina tu vigilancia y compromiso a la luz de este evangelio. ¿Estás muy acomodado a tu vida? ¿Consideras que podrías darle a tu historia y a tus espectativas un alcance en verdad trascendente que le otorgue un sentido mayor al que le has dado? Y si tu vida para ti no tiene tal sentido, ¿has considerado con detenimiento cómo Dios la llena con signos de su venida para ti? Mira con atención en tu interior y en tu historia, reflexiona, agradece y pide. ¿Qué signo de alegría y vigilancia por su venida podrías sumar y proponer en tu comunidad?

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN:

La casa de mi alma es demasiado pequeña para acogerte, Señor. Hazla más grande. La casa de mi alma amenaza ruina. Restáurala, Señor. Lo sé, reconozco que da pena verla. ¡Está tan destartalada! ¿Quién será capaz de arreglarla? Ciertamente, yo no. ¡Sólo tú puedes arreglarla y limpiarla! Puesto que así lo creo, por eso me dirijo a ti. ¡Y.. tú lo sabes, Señor! (Confesiones 1, 5, 6).