13 DE MARZO – DOMINGO 2.º DEL TIEMPO DE CUARESMA (CICLO C)

PREPARACIÓN: 

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te dé luz para entender las Escrituras.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Te pedimos, Señor, que llenes nuestros corazones con la luz del Espíritu Santo, para que te busquemos en todas las cosas y cumplamos con gozo tu voluntad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

LECTURA:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (9, 28b-36):

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.

Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Éste es mi Hijo, el escogido, escúchenlo».
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN CON SAN AGUSTÍN:

El Señor Jesús mismo resplandeció como el sol; sus vestidos se volvieron blancos como la nieve y hablaban con él Moisés y Elías. Jesús mismo resplandeció como el sol para significar que él es la luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (cf. Jn 1, 9). Lo que es este sol para los ojos de la carne, eso es él para los del corazón; y lo que es este para la carne, lo es él para el corazón. A su vez, sus vestidos son su Iglesia. En efecto, los vestidos, si no los sostiene el que los viste, caen al suelo. Pablo fue algo así como la orla inferior de estos vestidos. El mismo dice: Pues yo soy el menor de los Apóstoles (1 Co 15, 9), y en otro lugar: Yo soy el último de los Apóstoles (1 Co 15, 8). Ahora bien, la orla es la franja estrecha en que acaba un vestido. Por eso, como la mujer que padecía flujo de sangre recibió la curación al tocar la orla del vestido del Señor (cf. Lc 8, 40-48), así la Iglesia procedente de los gentiles obtuvo la salvación por la predicación de Pablo. Al que ha oído decir al profeta Isaías: Y aunque vuestros pecados sean como escarlata, los dejaré blancos como la nieve (Is 1, 18), ¿cómo puede extrañar ver simbolizada a la Iglesia en los vestidos blancos? ¿Qué valor tienen Moisés y Elías, es decir, la Ley y los Profetas, si se deja de lado su conversar con el Señor? Si no fuera por el testimonio que dan a favor del Señor, ¿quién leería la Ley o los Profetas? Observen cuán concisamente afirma lo dicho el Apóstol: Por la ley, pues, se obtiene el conocimiento del pecadopero ahora sin la ley se ha manifestado la justicia de Dios: he aquí el sol. Atestiguada por la ley y los profetas (Rm 3, 20-21): he aquí su resplandor. (Sermón 78, 2).

REFLEXIÓN Y COMPROMISO:
ORACIÓN FINAL:

La casa de mi alma es demasiado pequeña para acogerte, Señor. Hazla más grande. La casa de mi alma amenaza ruina. Restáurala, Señor. Lo sé, reconozco que da pena verla. ¡Está tan destartalada! ¿Quién será capaz de arreglarla? Ciertamente, yo no. ¡Sólo tú puedes arreglarla y limpiarla! Puesto que así lo creo, por eso me dirijo a ti. ¡Y.. tú lo sabes, Señor! (Confesiones 1, 5, 6).