05 DE SETIEMBRE – DOMINGO 23º DEL TIEMPO ORDINARIO (CICLO B)

PREPARAR: 

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te de luz para entender las escrituras.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh Dios, que llenaste los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo; concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, sintamos con rectitud y gocemos siempre de su consuelo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

LEER:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

Lectura del santo evangelio según san Marco (7, 31-37):

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.
Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «Effetá», esto es: «Ábrete».
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad. Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITAR CON SAN AGUSTÍN

¡Oh cómo nos amaste, Padre bueno, que no perdonaste a tu Hijo único, sino que le entregaste por nosotros, impíos! ¡Oh cómo nos amaste, haciéndose por nosotros, quien no tenía por usurpación ser igual a ti, obediente hasta la muerte de cruz, siendo el único libre entre los muertos, teniendo potestad para dar su vida y para nuevamente recobrarla. Por nosotros se hizo ante ti vencedor y víctima, y por eso vencedor, por ser víctima; por nosotros sacerdote y sacrificio ante ti, y por eso sacerdote, por ser sacrificio, haciéndonos para ti de esclavos hijos, y naciendo de ti para servirnos a nosotros.  Con razón tengo yo gran esperanza en él de que sanarás todas mis dolencias por su medio, porque el que está sentado a tu diestra te suplica por nosotros; de otro modo desesperaría. Porque muchas y grandes son las dolencias, sí; muchas y grandes son, aunque más grande es tu Medicina. De no haberse hecho tu Verbo carne y habitado entre nosotros, con razón hubiéramos podido juzgarle apartado de la naturaleza humana y desesperar de nosotros.  Aterrado por mis pecados y por el peso enorme de mi miseria, había tratado en mi corazón y pensado huir a la soledad mas tú me lo prohibiste y me tranquilizaste, diciendo: Por eso murió Cristo por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió por ellos  (San Agustín, Confesiones X, 43, 69-70).

PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL:

Para muchos comentaristas, esta sección del evangelio de san Marcos quiere reflejar, en el sordomudo, al mundo pagano, el cual se muestra algo desinteresado frente al proyecto de Dios en Jesús, pues no lo escucha (sordera) y tampoco lo proclama (tartamudeo). Para la comunidad de Marcos, la sanación de Jesús es un signo que se verifica en ellos, nacidos en un ámbito no judío, pero, por gracia, abiertos al mensaje de salvación. Para san Agustín, Cristo es la Medicina de Dios que sana desde el interior nuestras dolencias, las cuales a veces pueden hacernos sordos y mudos respecto de sus planes.
¿Reconoces algo de tu vida en esta actitud de no terminar de convencerte y seguir los planes de Dios? ¿Invocas la Medicina de Dios, con esperanza, sabiendo que ella ha venido a tu encuentro? ¿Es tu comunidad un ámbito de crecimiento en estas actitudes y de testimonio para el mundo?

COMPROMISO:

Dice san Agustín en diálogo con Dios: Porque muchas y grandes son las dolencias, sí; muchas y grandes son, aunque más grande es tu Medicina. Revisemos en comunidad o en familia nuestra adhesión a Cristo y nuestros momentos para cultivar nuestro amor y seguimiento. ¿Cómo se agradecidos por la gratuidad de su acción en nosotros? ¿Cómo “devolver” algo de esta gratuidad en mi entorno familiar, laboral, comunitario? Haz un compromiso al respecto.

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN:

Bienaventurado el que te ama a ti, Señor, y al amigo en ti, y al enemigo por ti, porque únicamente no podrá perder al amigo quien tiene a todos por amigos en aquel que no puede perderse. Y, ¿quién es éste sino nuestro Dios, el Dios que «ha hecho el cielo y la tierra»? Nadie, Señor, te pierde, sino el que te deja  (San Agustín, Confesiones 4, 9, 14).