05 DE JUNIO – DOMINGO DE PENTECOSTÉS, SOLEMNIDAD (CICLO C)

PREPARACIÓN: 

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te dé luz para entender las Escrituras.

 

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh Dios, para quien todo sentimiento está patente, y a quien habla toda voluntad y para quien ningún secreto queda escondido, por medio de la infusión del Espíritu Santo purifica los pensamientos de nuestro corazón, para que podamos merecer amarte perfectamente y alabarte con dignidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

 

LECTURA:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

 

Lectura del santo evangelio según san Juan (20, 19-23):

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a ustedes».

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo».

Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Reciban el Espíritu Santo; a quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos».

Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITACIÓN CON SAN AGUSTÍN:

Brilla para nosotros, hermanos, el día grato en que la Iglesia santa aparece llena de resplandor ante los ojos de los fieles y de fervor en los corazones. Celebramos, efectivamente, el día en que Jesucristo, el Señor, después de resucitado y glorificado por su ascensión, envió al Espíritu Santo. Está escrito en el evangelio: Si alguien tiene sed, que venga a mí y beba; ríos de agua viva fluirán del seno de quien crea en mí. El mismo evangelista explicó a continuación dichas palabras con estas otras: Esto lo decía refiriéndose al Espíritu Santo que iban a recibir los que creyeran en él. En efecto, todavía no había sido otorgado el Espíritu, porque Jesús aún no había sido glorificado (Jn 7, 37-39). Sólo quedaba que, una vez glorificado Jesús tras haber resucitado de entre los muertos y haber ascendido a los cielos, se otorgase ya el Espíritu Santo, enviado por quien lo había prometido. Y así sucedió. El Señor subió al cielo después de haber pasado cuarenta días con sus discípulos tras la resurrección y, a los cincuenta días de ella, envió al Espíritu Santo. Así está escrito: De repente se produjo un ruido proveniente del cielo, como el de un viento recio, y aparecieron ante ellos lenguas como de fuego que se posaron sobre cada uno de los presentes, y comenzaron a hablar en todas las lenguas, según el Espíritu les concedía hablarlas (Hch 2, 2-4). El viento limpiaba de paja carnal los corazones; el fuego consumía el heno de la vieja concupiscencia; las lenguas que hablaban los llenos del Espíritu Santo anticipaban a la Iglesia que iba a estar presente en las lenguas de todos los pueblos.

Después del diluvio, la impía soberbia de los hombres construyó una torre altísima contra Dios. A consecuencia de ello, el género humano mereció la división mediante la diversificación de las lenguas, de forma que cada pueblo hablaba la propia, con la consecuencia de que no le entendían los demás (cf. Gn 11, 1-9). De idéntica manera, la humilde piedad de los fieles aportó a la unidad de la Iglesia la diversidad de las lenguas, de modo que la caridad reúne lo que la discordia había dispersado. Asimismo los miembros dispersos del género humano, cual si fuera un solo cuerpo, son restituidos y unidos a Cristo, cabeza única, y se fusionan en la unidad del cuerpo santo gracias al fuego del amor. […] Ustedes, hermanos míos, miembros del cuerpo de Cristo, retoños de la unidad, hijos de la paz, celebren este día alegres y seguros. En ustedes se cumple lo que se anunciaba en los días en que vino el Espíritu Santo. Como los que entonces recibían el Espíritu Santo, incluso cada uno en particular, hablaban en todas las lenguas, así también ahora la misma unidad habla las lenguas de todos los pueblos. En ella están enraizados ustedes, pues tienen el Espíritu Santo, y no están separados por ningún cisma de la Iglesia de Cristo, que habla todas las lenguas (Sermón 271).

 

REFLEXIÓN Y COMPROMISO:

ORACIÓN FINAL:

Señor Dios, danos la paz, puesto que nos has dado todas las cosas; la paz del descanso, la paz del sábado, la paz sin ocaso. Porque todo este orden hermosísimo de cosas muy buenas, terminados sus fines, pasará; y por eso se hizo en ellas mañana y tarde (Confesiones 13, 35, 50).