05 DE DICIEMBRE – DOMINGO 2º DE ADVIENTO (CICLO C)

PREPARAR: 

Pacificar el corazón: Date un espacio adecuado para la oración.

Invocar al Espíritu Santo: Pídele al Espíritu Santo que te dé luz para entender las Escrituras.

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Oh Dios, para quien todo sentimiento está patente, y a quien habla toda voluntad y para quien ningún secreto queda escondido, por medio de la infusión del Espíritu Santo purifica los pensamientos de nuestro corazón, para que podamos merecer amarte perfectamente y alabarte con dignidad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

LEER:

¿Qué me dice el texto?

Lee atentamente la lectura bíblica:  Ponte en contexto, fíjate en los personajes, acciones, sentimientos, etc.

Puedes encontrar la frase que te impacte y detente en ella.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (3, 1-6):
En el año decimoquinto del imperio del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tretarca de Iturea y Traconítide, y Lisanio tetrarca de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
«Voz del que grita en el desierto:
Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos;
los valles serán rellenados,
los montes y colinas serán rebajados;
lo torcido será enderezado,
lo escabroso será camino llano.
Y toda carne verá la salvación de Dios».

Palabra del Señor,

Gloria a ti, Señor Jesús

MEDITAR CON SAN AGUSTÍN:

Lo que tengamos de bueno, atribuyámoselo al buen Dios; cuanto tenemos de malo, imputémoslo a nosotros mismos. Es de corazón recto quien en sus bienes no alaba más que a Dios y en sus males no le blasfema. Todo lo que Dios obra en nosotros, lo obra sabiendo lo que hace; nadie es mejor que él, nadie más sabio, nadie más poderoso. Nos ha convocado a nosotros; recuerden bien desde dónde. Nos libró de los ídolos, de la servidumbre de los demonios, de tan grandes sacrilegios […] Humillémonos en cuanto hombres y no nos gloriemos más que en el Señor, para que él sea exaltado. Mengüemos, para crecer en él. Fíjense en el hombre supremo [Juan Bautista], mayor que el cual no ha surgido otro entre los nacidos de mujer (Mt 11, 11) ¿Qué dijo de Cristo? Conviene que él crezca y que yo, en cambio, mengüe (Jn 3, 30). Crezca Dios, disminuya el hombre. ¿Y cómo crece el que ya es perfecto? ¿Qué le falta a Dios para que pueda crecer? Dios crece en ti cuando lo comprendes a él. Considera, pues, la humildad del hombre y la excelsitud de Dios (Sermón 293 D, 5).

REFLEXIONAR:

Nuestro evangelio comienza con solemnidad. Lucas nos ofrece coordenadas históricas concretas, pues, cuando Dios actúa en la historia humana, lo hace habiendo preparado y habiendo escogido el lugar y el tiempo justo: sus designios son perfectos. El precursor inmediato al Mesías, Juan Bautista, debía aparecer y desaparecer: convocar a todos, preparar, llamar a la conversión, señalar al Cristo, para que Él sea seguido. Así, el bautismo de conversión asume un rol fundamental: se trata de preparar el interior para que las costumbres testimonien al que viene. Y esto para Lucas es importante: el testigo, ante el mundo, demuestra, con su vida, lo que cree y al Dios que adora.

Un error, al respecto, sería pensar que nuestra salvación es tarea nuestra, fruto de nuestro esfuerzo. Más bien, se trata de ser agradecido con quien nos salva, respondiendo generosamente a sus dones. El fruto de la conversión de las costumbres también será un obsequio de Su voluntad, si tú colocas tu interior en Sus manos, disciernes con Él y sigues a Cristo. San Agustín predicaba con insistencia la humildad, y decía que era la raíz del seguimiento cristiano: para crecer en Dios, hay que disminuir, si bien vales la sangre de Cristo; debes disminuir en tu soberbia, para que, con humildad, te gloríes solo en el Señor.

COMPROMISO:

¿Qué hay que preparar para la venida del Señor? ¿Qué hay que rectificar? Que tu compromiso surja de haber examinado tu interior: tus amores, tus deseos, tus atracciones, tus miedos, tus emociones. Podrás así, con la ayuda de Dios, comprender la raíz de tus acciones, y así, desde la raíz, convertirte a Dios. Comienza hoy. El adviento nos moviliza: algo tiene que cambiar, que mejorar en nosotros.

ORACIÓN DE SAN AGUSTÍN:

Señor Dios, danos la paz, puesto que nos has dado todas las cosas; la paz del descanso, la paz del sábado, la paz sin ocaso. Porque todo este orden hermoscísimo de cosas muy buenas, terminados sus fines, pasará; y por eso se hizo en ellas mañana y tarde (Confesiones 13, 35, 50).